Las bajas en los combates terrestres ascendieron a varios
millones de personas pertenecientes a la población civil y que, en algunos
casos, fallecieron indirectamente a causa de la contienda.
A pesar de que todas
las naciones confiaban en que los acuerdos alcanzados después del conflicto
devolverían la paz mundial sobre unas bases buenas, las condiciones impuestas
promovieron un conflicto aún más destructivo.
Cada año se gasta en el mundo
cerca de un billón de dólares (un millón de millones) en armamentos, tanto
convencionales como nucleares. La cifra mundial de gastos bélicos aumenta
aproximadamente en 3% cada año.
La afirmación de que la carrera de
armamentos más que garantizar la paz, la amenaza, se ha comprobado. Además, las
transferencias masivas de armas pueden contribuir a prolongar innecesariamente
aquellos conflictos armados existentes o latentes.
A lo largo de unos 250.000 años nuestros antepasados
inventaban ya toscas armas que empleaban contra los animales y contra sus
semejantes la historia de esas armas ha sido la historia de la progresión
constante de su invención, de su mejoramiento y de su perfeccionamiento,
lograda con tal maléfico propósito que queda preguntarse si no
es el cerebro humano el arma más peligrosa.
Es claro que la carrera de
armamentos genera muchos problemas, pues pone en riesgo la paz, evita que los
recursos lleguen a los más necesitados y lo peor, provoca miles de muertes de
inocentes.